jueves, 12 de mayo de 2016

Estado, derechos y "papeles" financieros

Un nuevo escándalo ha sacudido los mercados financieros, la difusión de los llamados "Panama Papers"; documentación extraída ilegalmente de una de las firmas legales más importantes de Panamá: Mossack-Fonseca. Bufete enfocado al ámbito corporativo, que se dedica al diseño de sociedades mercantiles, la planeación fiscal y a ayudar a sus clientes a colocar recursos en los llamados "paraísos fiscales".

Esta situación nos da la oportunidad de hacer las siguientes reflexiones, partiendo del derecho a la información y del entendimiento de los mercados.

Legalmente debería ser inexcusable que una entidad financiera explicara de manera sencilla determinado servicio, producto o portafolio, para el correcto entendimiento del cliente. Sin embargo, muchas veces ni siquiera el ejecutivo o broker conoce las implicaciones de las obligaciones contractuales que hace firmar a su cliente. No se diga el destino de los recursos, su debida garantía, o el último responsable[1].

En México, son letra muerta las numerosas disposiciones legales aplicables, cuyo sentido original es justamente la protección de los usuarios de servicios financieros, a partir de la fácil lectura y comprensión de los instrumentos que consignan operaciones masivas de entidades financieras. No obstante que, en varios de estos casos, son realmente innovaciones que envidiaría cualquier otro país[2].

La falta de simetría entre entidades financieras y sus usuarios obliga a que los órganos reguladores del sector sean más proactivos, preventivos y eficaces, aunque la solución no sea tan sencilla, en un marco de competencia financiera global. En este sentido, desde hace varios años se discute la necesidad de adecuar un marco legal internacional de prácticas financieras y colaboración fiscal[3].

Del universo de prácticas financieras –que en su mayor parte se han dejado a la autorregulación–, el debate se ha centrado en la necesidad de adoptar medidas globales que prevengan la evasión impositiva, el lavado de dinero y las fugas de capitales. En suma, en cómo poner freno a los paraísos fiscales, que por cierto, se encuentran plenamente identificados.

Los países desarrollados han sido bastante cautelosos en implementar medidas que los coloquen en una situación desfavorable frente a otros nichos de inversión, más en un contexto de crisis mundial. Incluso, pese al escándalo de los “Panama Papers”, es muy remota la posibilidad de que estos países suscriban, en el futuro cercano, un compromiso sobre reglas impositivas y financieras globales.

La falta de consenso y legitimidad de un órgano regulador global divide opiniones. Los países más ricos, agrupados en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se inclinan porque este organismo asuma el papel. No obstante, lo cierto es que incluso las medidas de buen gobierno corporativo, así como las BEPS[4], sugeridas por la OCDE, han quedado en buenos deseos. Aplicándose solo en función de su financiarización cuando facilitan la colocación de deuda y activos en el mercado bursátil, o incrementan o garantizan su valor financiero.  

Los “Panama Papers” han mostrado la debilidad de la regulación financiera internacional: la facilidad con que intermediarios financieros se aprovechan de las lagunas legales y privilegios fiscales para crear empresas irregulares o fantasmas, constituidas por otro universo fantasmagórico de representantes legales ilocalizables. "La dirección de las oficinas de Mossack Fonseca & Co. –ubicadas en el corazón financiero de la ciudad de Panamá– aparece en miles y miles de sociedades, en las que, además, figuran los nombres de empleados que trabajan para la firma como dignatarios de esas corporaciones, registradas en más de una docena de jurisdicciones alrededor del mundo, incluida, Panamá."[5]

Error al que inducen a gobiernos, inversores y usuarios en general, a partir de emplear terceros –outsourcing– difíciles de rastrear, o modelos legales que permiten no ser sujetos de impuestos y limitar las responsabilidades legales de sus socios (i.e. LLC). Todo para obtener un beneficio indebido, pagar menos impuestos, evadir la acción de la justicia, blanquear capitales, etc. Toda una red cuyo descubrimiento implica invertir años, considerables recursos, y una multiplicidad de firmas legales y contables de diferentes países, debido a que los corporativos internacionales muchas veces tienen un conflicto de interés. El New York Times da cuenta de un ejemplo en el que después de 3 años de disputas legales, se descubrió una conexión entre una empresa fantasma creada en Nevada y la sede de Mossack-Fonseca en Panamá[6].

La vulnerabilidad de la regulación financiera internacional ha quedado expuesta. Ahora corresponderá a la próxima Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo sugerir nuevas medidas y alternativas que disuadan esta especie de fraudes a ley, evasión impositiva, y por supuesto, crímenes financieros. Debieran ser revisados desde los medios de autocontrol hasta la efectividad de los reguladores, pasando por la debida formulación de la legislación en materia financiera.

Que los negocios financieros estén en buena condición beneficia a todos. La incertidumbre, los fraudes financieros y la evasión impositiva, por el contrario, únicamente aprovecha a unos pocos.

Igualmente, la responsabilidad civil y criminal de los órganos administrativos y de representantes legales se deberá fortalecer conforme a instrumentos específicos. Casos como el de Leatherman Brothers lo han evidenciado. No se diga lo que sucedió en México en el caso de FICREA, donde el accionista principal de la compañía desvió millones de dólares a empresas en las que él y otros prestanombres eran los beneficiarios.

Otro aspecto relevante a señalar lo constituyen los efectos de situaciones volátiles y crisis financieras. Las que inexorablemente afectan a deudores, sea de manera directa a partir del impacto en las tasas variables, o indirectamente, como consecuencia de la recesión. Y a acreedores, cuando no existen suficientes reservas de capital y coberturas de liquidez.

Respecto del entramado de capital y liquidez, pese a su aparente complejidad, resulta relativamente sencilla la prevención de riesgos. Por una parte, la verificación del nivel y calidad del capital, así como la suficiente liquidez, depende por completo de los reguladores. Incluso en sus extremos al regulador es a quien le corresponde conocer las interconexiones con terceros, el destino último de los recursos, la calidad de avales y garantías, así como los niveles de apalancamiento [7].

Lo mismo sucede con las disposiciones contenidas en los contratos de adhesión. Debe haber claridad en su contenido obligacional; expresarse entendiblemente su nivel de riesgo, y ser explícitos los límites del seguro de depósito. En suma, el usuario financiero común debe saber si su ahorro será una inversión o una apuesta.

En el caso de México, el país ha avanzado en este sentido a partir de experiencias como la del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (FOBAPROA), que ocasionó un perjuicio a todos los contribuyentes por 120 mil millones de dólares.

Por otro lado, desde la perspectiva del deudor, las consecuencias derivadas de un cambio radical en las circunstancias en que se convino un crédito, ha concebido lo que se conoce como derecho a la reestructuración, contenido en la legislación mexicana, en el tercer párrafo del artículo 65 de la Ley de Instituciones de Crédito.

La regla consignada en dicho artículo es muy clara: las instituciones de crédito deben hacer análisis cuantitativos y cualitativos cuando se presenten o presuman circunstancias financieras adversas; realizar gestiones para la obtención de lo prestado con base en la reestructura, y en su caso, solicitarle al acreditado garantías suficientes que permitan reestructurar su deuda.

Esta disposición es de especial relevancia, porque en caso de que no existiera posibilidad de reestructurar o novar la deuda, en una situación económica adversa generalizada, se afectaría gravemente la economía del país. Los bancos comenzarían, por un lado, a reportar altos índices de cartera vencida, y por otro, a obligar a la liquidación de empresas y activos. Lo que generaría una espiral con consecuencias no solo para el deudor, sino también para las familias que dependen de la viabilidad financiera de las empresas[8], sin mencionar los efectos en el mercado bursátil.

En este sentido, cabe destacar que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el pasado 10 de septiembre de 2015 la resolución sobre Principios Básicos de los Procesos de Reestructuración de la Deuda Soberana. Esta resolución, entre otros aspectos, reconoce la necesidad de que el Estado deudor tenga derecho a la reestructuración; a no ser frustrado ni obstaculizado por medidas abusivas, y a que en todo el proceso se actúe de buena fe, en negociaciones constructivas de reestructuración.[9]

Por otra parte, un tema insoslayable es el que se refiere a las tasas de interés. Esto, en virtud del trato desproporcionado a operaciones activas y pasivas. No es raro encontrarse con tasas de interés mínimas para quienes depositan sus recursos a la vista y a plazo, e intereses y comisiones altos en relación con los créditos que ofrece una misma entidad.

Ello, aunado a que las entidades financieras pueden capitalizarse a partir de tasas que son mucho menores a los intereses a los que puede acceder el público general. Así, desde diciembre del 2008 la tasa de fondos federales fluctúa entre 0% y 0.25% anual; el rendimiento más bajo en su historia y cuya finalidad –no alcanzada– era incentivar el crédito, el gasto y la inversión. No alcanzada, pues pareciera que las bajas tasas de interés se han dedicado a la especulación, en lugar de a los sectores productivos.

Cualquier reflexión acerca de las prácticas financieras tendría que partir y tener como punto final la protección y defensa del usuario financiero, el equilibrio de los actores y la  salvaguarda de los postulados de la ley. Éste no puede estar subordinada a intereses de grandes corporaciones; ni las finanzas pueden constituir un fin en sí mismo, como bien ha considerado Joseph Stiglitz.

En un contexto en donde se tienen que armonizar derechos fundamentales, libertad de mercado y competencia económica, se debe tomar en consideración la relación costo-beneficio que significa a la sociedad, al Estado y a los usuarios, mantener mecanismos relajados.

Aquellas prácticas financieras que, aprovechándose de la necesidad de inversión extranjera, lagunas legales e ineficacias administrativas, causan mayores daños que beneficios, deben erradicarse: la economía se basa en gran parte en la confianza del papel de las buenas prácticas financieras.





[1]El ejemplo mexicano más reciente es FICREA. Los empleados han declarado que no tenían conocimiento del fraude y que incluso sus familiares invertían en esta Sociedad Financiera Popular.

[2]Por ejemplo, el artículo 57 de la LEY DE PROTECCIÓN Y DEFENSA AL USUARIO DE SERVICIOS FINANCIEROS establece claramente la necesidad de que los instrumentos de tal naturaleza deban ser revisados por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, para "determinar que se ajusten a los ordenamientos correspondientes y a las disposiciones emitidas conforme a ellos, así como verificar que dichos documentos no contengan estipulaciones confusas o que no permitan a los Usuarios conocer claramente el alcance de las obligaciones de los contratantes". Y el artículo 11 de LEY PARA LA TRANSPARENCIA Y ORDENAMIENTO DE LOS SERVICIOS FINANCIEROS, establece que los contratos de adhesión que consignen operaciones masivas de entidades financieras, sean de fácil lectura y comprensión. Esto, conforme a las disposiciones que emitan la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (CONDUSEF), y la Procuraduría Federal del Consumidor, en su ámbito respectivo.

[3]El primero de estos debates se dio en Monterrey, México, en el marco de la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo de 2002. Posteriormente, en 2004, se acordó la creación de un grupo de expertos en el marco del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas. La última conferencia se celebró en 2015 en Addis Abeba.

[4] Base erosion and profit shifting (BEPS): Erosión de base y desplazamiento de lucro. Medidas que se refieren justamente a las estrategias de planificación fiscal, utilizadas principalmente por empresas multinacionales, empleadas para pagar menos o ningún impuesto, a partir de mudarse (artificialmente) a paraísos fiscales o a lugares donde es menor la contribución. Nota informativa para la implementación del  proyecto: https://www.oecd.org/tax/nota-informativa-marco-inclusivo-para-la-implementacion-del-proyecto-beps.pdf

[5]Recuperado del periódico panameño La Prensa, 04 de abril de 2016. Ramón Fonseca Mora: “Nunca hemos sido demandados”.

[6]Recuperado del periódico norteamericano The New York Times, 6 de abril de 2016. “Panama Papers Leak Casts Light on a Law Firm Founded on Secrecy”.

[7]Véanse las herramientas y parámetros globales que recomienda el Comité de Supervisión Bancario de Basilea, en Basilea III: Marco regulador global para reforzar los bancos y los sistemas bancarios.

[8]Al respecto, confróntese la exposición de motivos del Decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 25 de mayo de 2010, en donde se expresan con claridad las consecuencias que se pretenden evitar mediante las disposiciones que regulan al sector financiero (como las que se derivaron de la crisis 1994-1995) al establecer regulaciones protectoras de los usuarios de la banca.

[9] La reestructuración de deuda soberana cobra especial relevancia en el contexto económico actual. Por ejemplo, la Junta Europea de Riesgo Sistémico (JERS), en fecha reciente ha recomendado que las deudas soberanas pierdan su tratamiento preferente como activo libre de riesgo ante la posibilidad cada vez más real de su incumplimiento.

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